miércoles, 11 de mayo de 2016

Mari en la oscuridad de los sueños


En la oscuridad de la noche se encuentra el silencio y muy en el fondo un ruinoso  viejo castillo; en el habita Mari, quien no recuerda los sueños y no sabe de esperanzas. 


En el tímpano de sus oídos lleva un acorde musical, quizás alguna vez  alguien en el pasado lo habrá tocado. Lo tararea.  Lo tararea mientras se arrulla en alguna esquina.

… Mientras transcurre la noche  ronda cada pasillo en busca de nada, de nadie.

– En el cielo la luna se había ido y solo quedaban las sombras cubriendo el infinito.

Prefiere no ver la luz del día, se opone a ello, se siente más complacida y se deja llevar por las oscuras sombras de sus pensamientos. Sin sueños cierra los ojos,  se clava en la inconsciencia, se pierde, se pierde en el fondo mismo de sus extraños recuerdos mientras tararea una melodía triste que marchita el alma.

Suena como una olla hirviendo en la soledad del silencio.

– Son burbujas espesas que brotan en la noche, no cualquier noche, la noche que los seres humanos llevan dentro cuando se acaban los sueños.

Ella no sabe, no quiere saber, pero afuera hay más que un mundo, más que lo real, más que lo posible, lo inalcanzable a la mano de aquellos que si poseen sueños.

Ella no quiere saber de esas cosas.

Tararea, tararea y tararea para no pensar, para quedarse dormida… sin sueños… bajo el oscuro manto negro que la cobija de recuerdos llenos de miedo.

A la ventana llega un demonio con alas de fuego, trata de ocultarse en las noche sin luna… la mira detenidamente y se enamora, se vuelve el ángel para proteger los sueños que Mary arrojo al suelo. Le susurra mi dama y platica sin que ella escuche una sola palabra.


– Mi dama llora, llora lagrimas insondables, inalcanzable para los dedos y para los ojos de los simple náufragos de la noche, llora por sí misma en las noches idas, por los querubines muertos en cuyas alas germinan los sueños. Llora por la oscuridad que se cierne sobre los techos de nuestros corazones, llora por el futuro incierto que se oculta tras la cortina de nuestras tristezas. Mi dama solloza bajo el borde del alba y se va a dormir… sin sueños, sin sueños y con más soledad que de costumbre.



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