José Gómez Campos (Job). Escritor Guerrerense
Fragmento (Primera parte)
La ciudad de Jericó era tan grande y sus murallas tan
imponentes que en ocasiones era difícil para sus habitantes llegar a pensar que
podía existir un mundo más allá.
Alejados tanto del horror como de la belleza, los habitantes
de la gran urbe habían hecho de ella un paraíso claustrofóbico, donde los
delirios de la naturaleza humana podían crecer plácidamente en el alma del
hombre.
Habían pasado cien años, cien años desde que el gran
desastre había pasado, cuando los gigantes, famélicos y sedientos de sangre habían
aparecido arrasándolo todo, despojando a los hombres de la tierra que alguna
vez habían llamado suya.
Apuntes...
Ya no crece más la hierba en los
campos, ya no se escucha el trinar de los pájaros en la llanura, afuera en la lejanía más allá de estos melancólicos muros,
no hay más sonidos de vida que el del hambriento susurro de los titanes, que
hace una centuria nos arrebataron el Edén y nos encerraron en estas jaulas como
bestias asustadas.
Aquí estamos a salvo de sus
hediondas bocas, que apestan a matadero, pero nos marchitamos cada día, cada día
sin tregua, en espera del ocaso final y me pregunto ¿qué falso Dios se oculta
en las alturas atestiguando el horror, y permanece inaccesible a las plegarias
de sus hijos? ¿Es que acaso se divierte con la matanza, o tiene miedo o es que
murió hace tiempo y su cadáver putrefacto fue devorado por los titanes junto
con nuestras esperanzas?
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