martes, 15 de septiembre de 2015

La ciudad de Jericó



José Gómez Campos (Job). Escritor Guerrerense


Fragmento (Primera parte) 

La ciudad de Jericó era tan grande y sus murallas tan imponentes que en ocasiones era difícil para sus habitantes llegar a pensar que podía existir un mundo más allá.

Alejados tanto del horror como de la belleza, los habitantes de la gran urbe habían hecho de ella un paraíso claustrofóbico, donde los delirios de la naturaleza humana podían crecer plácidamente en el alma del hombre.

Habían pasado cien años, cien años desde que el gran desastre había pasado, cuando los gigantes, famélicos y sedientos de sangre habían aparecido arrasándolo todo, despojando a los hombres de la tierra que alguna vez habían llamado suya.

Apuntes...

Ya no crece más la hierba en los campos, ya no se escucha el trinar de los pájaros en la llanura, afuera  en la lejanía más allá de estos melancólicos muros, no hay más sonidos de vida que el del hambriento susurro de los titanes, que hace una centuria nos arrebataron el Edén y nos encerraron en estas jaulas como bestias asustadas.

Aquí estamos a salvo de sus hediondas bocas, que apestan a matadero, pero nos marchitamos cada día, cada día sin tregua, en espera del ocaso final y me pregunto ¿qué falso Dios se oculta en las alturas atestiguando el horror, y permanece inaccesible a las plegarias de sus hijos? ¿Es que acaso se divierte con la matanza, o tiene miedo o es que murió hace tiempo y su cadáver putrefacto fue devorado por los titanes junto con nuestras esperanzas?


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